Actición 24® El hábito de excusarse o de responsabilizarse


Las personas de éxito se caracterizan por ejercer responsabilidad y no por vivir en una excusa permanente. Cuantas menos excusas me doy más responsable me siento.

¿Te has retrasado alguna vez en contestar un correo?

¿Has dicho algo que no debieras haber dicho?

¿Has llegado tarde a una cita?

¿Te has quedado sin batería en tu teléfono móvil y no has podido devolver una llamada a tiempo?

¿Has hecho alguna cosa que no tenías que haber hecho?

¿No has hecho alguna cosa que sí que tendrías que haber hecho?

¿Has pospuesto alguna tarea más tiempo del debido?

¿Has perdido alguna vez una oportunidad de negocio porque no se había preparado adecuadamente?

¿Has conducido desesperado por una ciudad buscando una dirección que ni siquiera te habías molestado en localizar en el mapa?

¿Has concertado alguna vez dos citas a la vez de forma que era imposible atenderlas en tiempo y forma?

No te alarmes, las preguntas están buscadas para que prácticamente todos contestemos afirmativamente a más de una.

Una de las consecuencias que provocan estas situaciones es que, normalmente, nos habrán obligado a justificarnos mediante alguna excusa: «es que no he tenido tiempo…», «es que esto…», «es que aquello…»

Lo peligroso es que este tipo de respuestas se convierten, con mucha facilidad, en un hábito. Y como cualquier hábito, cuanto más lo práctico más facilidad tengo para llevarlo a cabo.

Según el tipo, podemos clasificar las excusas en tres tipos: las reales justificadas, las reales injustificadas  y las simuladas o falsas, a estas últimas las llamamos pretextos.

Un ejemplo de las primeras, las reales justificadas, sería aducir como excusa, siendo verdad, que me he retrasado porque he pinchado una rueda. Este tipo de excusas son verdades que no se podían anticipar o no merecía la pena hacerlo.

Un ejemplo de las segundas, las reales injustificadas, podría ser el decir que he llegado tarde porque me he extraviado, ahora bien, si esto ha ocurrido porque, pudiéndolo hacer, no he tenido la previsión de averiguar la ruta a seguir para llegar al lugar fijado, entonces se convierte en una excusa real pero injustificada.

Las terceras, son las excusas simuladas o falsas, son los pretextos. Sin duda, las más perniciosas. Lamentablemente, son muy frecuentes en todos los ámbitos. Siguiendo con el ejemplo del retraso, un pretexto sería aducir que he estado parado en un atasco cuando en realidad lo que ha ocurrido es que no he salido con la antelación suficiente.

Por otro lado, es necesario considerar quien es el objeto de nuestras excusas. Nos podemos excusar frente a terceras personas como nuestro jefe, nuestra pareja, familiares, amigos, o nos podemos dar excusas a nosotros mismos.

En cualquier caso, sean las que damos a terceras personas o las que nos damos a nosotros mismos, cualquier excusa de los tipos dos y tres (injustificadas y simuladas) lo que están haciendo es aumentar nuestra irresponsabilidad. El nivel de hábito que tiene una persona en excusarse es inversamente proporcional a su grado de responsabilidad. Cuanto más me excuso menos responsable soy. Y, sin lugar a dudas, las excusas son uno de los obstáculos que inciden más negativamente en la consecución de nuestras metas. Las personas de éxito se caracterizan por ejercer responsabilidad y no por vivir en una excusa permanente.

Por ello en esta Actición® propongo erradicar el hábito de excusarse mediante la sustitución de una actuación responsable.

Como siempre, el hábito se va adquiriendo de forma inconsciente hasta que se ha instalado en nuestra forma de actuar. El dar excusas se hace automático. Para sustituir este viejo hábito, el primer paso es tomar conciencia del nivel de excusas que damos y que nos damos.

La contestación a las preguntas que te planteo  en este breve ejercicio te puede ayudar a conseguirlo:

Excusas que me doy a mi mismo:

  • ¿Cuáles son las excusas que me doy a mi mismo con más frecuencia?
  • ¿A qué metas afectan estas excusas?
  • ¿Qué responsabilidad eludo al darme estas excusas?
  • ¿Qué pérdidas me está ocasionando mantener esta actitud?

Excusas que doy a terceros:

  • ¿Quiénes son los destinatarios de mis excusas?
  • ¿Qué situaciones o malos hábitos trato de esconder mediante las excusas?
  • ¿Qué responsabilidad eludo al darme estas excusas?
  • ¿Qué consecuencias negativas produce o pueden producir esta actitud en nuestra relación?
  • ¿Qué consecuencias negativas producen en mis metas?

A partir de las respuestas que te hayas dado, tienes que considerar si merece la pena o no, hacer un esfuerzo de cambio positivo modificando las viejas actitudes por otras renovadas.

2 comments

  1. Vicente García dice:

    Muchas gracias por tu artículo.

    Me va genial para una reunión que tenía pensado hacer a mi equipo, ya que había notado un bajón en el rendimiento y en la producción de algunos miembros y precisamente, cuando hablaba con ellos el porqué de dicha relajación, las contestaciones sonaban a excusas.

    Un abrazo.

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