¿Qué fue primero, la gallina o el huevo?

Siempre que tenemos dudas acerca del origen de alguna cosa que se produce a sí misma,  solemos hacer esta pregunta de equivalencia ¿Qué fue primero la gallina o el huevo?

Parece que los científicos ya han resuelto este antiguo enigma. La explicación que dan los Biólogos genetistas es muy sencilla. El material genético de un ser vivo no se transforma durante su vida, es en el proceso de reproducción donde se producen las mutaciones. Las aves derivan evolutivamente de los reptiles, así que en alguna puesta de huevos de uno de estos reptiles, alguno o algún grupo de esos huevos contuvieron el material genético que dio lugar a lo que hoy conocemos como gallina. Por tanto, la respuesta no ofrece dudas, lo primero fue el huevo.

En otro orden de cosas, pero bajo el mismo tipo de cuestión, es muy frecuente plantearse ¿Qué es primero, la actitud o la acción? En esta pregunta no está tan clara la respuesta.

Nótese que en esta pregunta el tiempo verbal es en presente y no en pasado. Mientras que el proceso que dio lugar a la gallina ocurrió hace millones de años, el proceso por el que la actitud se convierte en acción o la acción se convierte en actitud, está dándose constantemente.

Las actitudes orientan nuestra acción y nuestra acción orienta nuestras actitudes.

Tanto las actitudes como la acción tienen que ver con tres tipos de procesos: procesos cognitivos, procesos afectivos y procesos conductuales. Estos procesos determinan y son determinados por nuestras actitudes y acciones.

Así que a partir de este análisis he acuñado una nueva palabra que recoge, en uno solo, ambos conceptos, se trata de ACTICIÓN y su significado es “dícese de la combinación de actitud y de acción que produce resultados positivos”

Los resultados positivos del estilo de una meta, necesariamente se producen a partir de de la integración de estos dos elementos: una actitud favorable para el desempeño de las acciones necesarias y, por supuesto, la realización de esas acciones.

Parece, por tanto,  que cuando nos proponemos una meta es necesario disponer las actitudes más adecuadas para realizar las acciones necesarias.

Hay una frase muy manida que se atribuye a Einsteint que dice que “si seguimos haciendo lo mismo obtendremos los mismos resultados” a la que a mi me gusta darle la vuelta y decir que si queremos obtener mejores resultados tenemos que pensar, sentir y actuar de forma distinta.

Teniendo en cuenta esto, nos podemos preguntar por donde debemos empezar, si por cambiar las actitudes o por realizar las acciones necesarias.

Por las dos a la vez. El primer paso es identificar la actitud más favorable y la acción que deba acompañarle, es decir generar una nueva ACTICIÓN.  El segundo paso, si queremos empezar bajo un nuevo marco que impulse nuestras posibilidades de éxito, será considerar y revisar como están afectando los tres procesos que hemos indicado más arriba que determinan nuestras actitudes y nuestras acciones.

1.- Procesos cognitivos o de pensamiento.

Aquello que pensamos acerca de las cosas está directamente relacionado con nuestras actitudes y nuestras acciones ¿Podemos cambiar nuestro pensamiento? No solo podemos sino que es obligado hacerlo. La cuestión es identificar que pensamientos están obstaculizando mis metas. Por ejemplo si trabajo como vendedor y pienso que mis productos son muy caros, mi actitud evaluará como muy poco probable que consiga ventas, lo que se traducirá en una posible parálisis comercial y en creencia nada real de que los clientes solo miran el precio a la hora de comprar. Si quiero plantearme adelgazar y lo he intentado ya otras veces sin conseguirlo, tendré que establecer un pensamiento claramente orientado al éxito, por ejemplo haciendo un ejercicio de visualización.

2.- Procesos afectivos.

Estos procesos comprenden los sentimientos, los estados de ánimo y las emociones con respecto a la meta que nos hemos planteado. Podemos relacionar todos estos elementos con nuestra capacidad para auto-motivarnos, para establecer un alto nivel de deseo de logro de nuestra meta y un elevado nivel de confianza en nosotros mismos. Por otra parte, es necesario manejar nuestros sentimientos y nuestras reacciones. ¿Nos dominan nuestras emociones o somos dueños de nuestros sentimientos? Elije que sentimientos quieres albergar y poténcialos. Se trata de cambiar el concepto por la acción, el sujeto por el predicado. Si quieres ser alegre, ríete. Si quieres estar sereno, relájate. Si quieres sentir amor, ama.

3.- Procesos conductuales.

Nuestra conducta, nuestros hábitos adquieren un elevado protagonismo en todo este proceso pues podemos definir hábito como la forma de actuar o comportarse adquirido por la repetición de actos iguales, al mismo tiempo, esta constante repetición nos lleva a que nos resulte muy cómodo hacer las cosas de una determinada manera. Así, ese modo de hacer y la facilidad con la que lo hacemos nos instalan en un nivel muy bajo de exigencia y de cuestionamiento.

En definitiva, se trata de romper con pensamientos, emociones y hábitos antiguos mediante la sustitución por otros nuevos que estén asociados a la nueva ACTICIÓN elegida.

Nuevo Taller para mejorar los resultados comerciales

One comment

  1. Fernando dice:

    Son tres fundamentos que son necesarios, identificar: nuestra Filosofía Personal, (pensamientos, creencias y información que manejemos), Actitud (hace referencia a nuestra emociones, sentimientos a cerca de lo que que conocemos) y la actividad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Featuring Recent Posts WordPress Widget development by YD